12/29/2016

A SOLAS LUCHAREMOS, A SOLAS VENCEREMOS

¡Queridos Freezers!

Hoy le doy cuerda a este artículo, con el café de la mañana, gracias a una frase del general romano Publio Cornelio Escipión, pronunciada a sus tropas antes de la última batalla contra Anibal.

A SOLAS LUCHAREMOS, A SOLAS VENCEREMOS…

La descubrí gracias a mi Sensei, Pedro Rodriguez, y esas frases inspiradoras que tanto él como algunos de mis compañeros de Kick llevan en sus pantalones de entreno.

Si algo he tenido claro desde que entré a formar parte de la familia Bushido es que cada uno de los que acudimos a entrenar: luchamos a solas y venceremos de la misma manera.

Nos sentimos como en casa, rodeados de personas afines, unas más que otras como es lógico en la vida, con las que las sonrisas y el aprendizaje están asegurados, pero cada uno libramos nuestra propia batalla interior.

No damos ni un paso atrás, solamente nos dejamos arrinconar contra el espejo para desviarnos a coger nuevos impulsos, nuevas fuerzas; y así seguir alerta.

En cuanto nos ponemos en fila para realizar el saludo, Oss, el combate comienza. El contador de la lucha contra nosotros mismos parpadea segundo a segundo.

Nos miramos en el espejo para hacer sombra, y aunque muchos puedan ver en esto un simple gesto rutinario para perfeccionar golpes, algunos lo que hacemos es perdemos en el reflejo de nuestra mirada que nos muestra todos nuestros demonios. 

Sonreímos e intentamos silenciarlos, dejar la cabeza vacía, la mente fría y lo más en blanco posible. Tratamos de olvidar la rutina y los problemas, y puñetazo a puñetazo vamos dejando atrás cualquier trazo de discusiones, estrés, preocupaciones…

Con cada patada al aire vamos liberando tensiones y adrenalina, y a cada suspiro rescatamos esa parte de nosotros mismos con la que estamos a gusto. La felicidad comienza a susurrarnos que podemos conseguir lo que queramos. 

Con cada combinación junto a nuestra pareja de entrenamiento, la concentración aumenta, la euforia parpadea y el cansancio tras los golpes va haciendo mella hasta dejarnos extasiados tras el “sparring”.

No cambio por nada esas agujetas que se te quedan en el cuerpo, después del ejercicio intenso, porque mi mente está completamente vacía. Y es así como quiero que esté.

Cuando regresas a casa no eres la misma persona que entró por la puerta.

Esos demonios que intentaban licuar tu cerebro ya no existen, y si lo hacen son mucho más pequeñitos que cuando llegaste.

Todo cambia al cruzar la puerta corredera de madera.

Todo cambia cuando tus pies descalzos pisan el tatami de cuadros amarillos y negros. 

Por eso te falta algo dentro de ti cuando no entrenas. Por eso echas en falta la sensación de hormigueo y de adrenalina repiqueteando dentro de la sangre.

No solo echas de menos el entrenamiento y a tus compañeros, sino que anhelas el cómo te sientes cuando te enfrentas a tus miedos.

Porque sabes que aguantar los golpes te hace una persona más fuerte, en mi caso una mujer mucho más fuerte de lo que era antes.

Porque después de entrenar todo se ve de distinta manera, las discusiones y las decepciones ya no duelen igual. Duelen, sí. Obvio. Pero no con la misma intensidad.

Luchamos a solas, venceremos a solas, pero disfrutaremos de nuestra propia victoria junto a los compañeros que nos rodean.

Porque ya no soy quién era. 

Porque el Bushido es mi refugio, mi segunda casa, ese lugar en el que a veces me dan más que mi propia sangre. Porque tengo el mejor Sensei y los mejores compañeros de Kick que se puede tener…

No podía cerrar el año en este blog sin agradecer todo lo que he recibido en el Bushido Torrelavega. Gracias a Pedro Rodriguez, a Lourdes, a mis súper nenas y a todos los compis con los que me he dado de leches, por enseñarme tanto.

¿Por más hostias y sonrisas? 

¡Un abrazo escarcha! 

¡Adiós 2016! ¡Hola 2017!


12/12/2016

TODO PUEDE CAMBIAR EN UNA FRACCIÓN DE SEGUNDO

¡Queridos Freezers!

Regreso un lunes más, con un nuevo desvarío creado a partir de los títulos de la biografía de Ronda Rousey, y de lo que me ha inspirado leerla.

Hoy reflexiono sobre la necesidad de vivir el momento.

Porque...¿a qué la vida a veces nos cambia rápido?

TODO PUEDE CAMBIAR EN UNA FRACCIÓN DE SEGUNDO...

Mientras el sabor amargo del café se balancea en mi boca, pienso en los cambios.

En esos cambios inevitables que sufre nuestra vida tal y como la conocíamos y que provocan que enmudezcamos por unos minutos.

Todo puede cambiar a un chasquido de dedos...

En este mundo de inmediatez, de caos generalizado, de estrés y prisas, de sucesos inesperados, de tragedias, sorpresas agradables, sueños cumplidos, desilusiones, toda nuestra vida puede cambiar en una fracción de segundo, por cualquier motivo.

Para bien o para mal. Depende de la suerte que tengamos escrita en las líneas de nuestro destino. 

Cuando cambia ya no podemos hacer nada más que aceptar esos cambios y llevarlos lo mejor posible.

Lo que está claro es que la vida es como una montaña rusa. Unas veces nos sentimos muy arriba y otras abajo casi rozando el suelo. Aunque todo es cuestión de perspectivas y de cómo nuestra mente decida verlo. O eso dicen los psicólogos.

Cuando nuestra existencia cambia, por muy pequeño que sea el vaivén, nos descoloca y nos deja temblando. Mitad de expectación, mitad de miedo. Así somos los seres humanos.

Quizá la clave sea aprovechar cada segundo al máximo. 

Vivir a pleno pulmón como realmente queremos vivir y no como otros quieren que vivamos. Quizá esa sea la fórmula para no sentirnos desdichados si a nuestra existencia le da por mutar sin previo aviso y sin que el viento sople a favor.

Porque tenemos tendencia a añorar lo que ya no tenemos cuando suceden cosas amargas ¿verdad? Porque no siempre le damos el valor merecido a todo aquello que nos rodea hasta que nos privan de ello ¿a qué si? 

Es mejor vivir con ansias, a sorbos grandes, que sobrevivir. Esta es una de las conclusiones a las que he llegado después de algunos palos.

Porque tenemos pavor a los cambios, nos agobia que los nuevos sucesos no sean lo que esperábamos, que no nos habituemos del todo a esos pasos inesperados.

Quizá la receta para ser más felices sea vivir sin que nos importe demasiado el mañana. Hacer gala de ese latinismo “Carpe Diem”, y aprovechar cada segundo junto a las personas a las que queremos, haciendo todo aquello que nos hace reír, disfrutando de lo sencillo, de lo que tenemos al alcance de la mano y que a veces cuando soñamos demasiado alto nos parece poca cosa.

Porque la vida es una montaña rusa.

Mañana al despertar podemos comprobar que todo ha cambiado y ya de nada valdrá lamentarnos…

Todo puede cambiar en un minuto, nos guste o no, pero aunque cambie, somos nosotros los que decidimos cómo nos enfrentamos a esos cambios.

Si lo hacemos llorando o amargándonos. O lo hacemos sonriendo. Si lo hacemos peleando en busca de nuevas opciones.

Últimamente soy de las que prefiere aceptar los cambios con una sonrisa. Aunque por dentro me esté jodiendo. De todas maneras la cosa no va a cambiar, por lo que…¿para qué me voy a amargar?

Es mucho más satisfactorio para el alma.

He aprendido a que mi mente sea más fuerte. A que se quede con las cosas buenas y deseche lo malo, y sí, a veces me cuesta un triunfo enorme y me entra la pataleta.

Tampoco creáis que Beka Von Freeze es un bloque de piedra, o un corazón de escarcha que no tiene sentimientos. Los tengo. ¿Os acabo de romper la idea que teníais sobre mí? 

Y soy demasiado emocional, aunque a momentos haya gente que no lo crea. Sin embargo la vida me ha enseñado a esquivar los golpes. 

Me ha demostrado que incluso en las hostias más fuertes, esas que te atraviesan el corazón y te lo retuercen, esas que te dejan la cara hecha un cromo, rojita y moradita, al final también tienen su lado bueno.

Porque sí, todo cambia en una fracción de segundo, y no necesitáis que yo os lo recuerde. 

Cada uno batallamos nuestra propia guerra todos los días de nuestra vida. Quién diga que no tiene cosas a las que hacerle frente, miente.

La vida es una puta montaña rusa, al igual que nuestro estado de ánimo, pero hemos de ser fuertes y superar cualquier obstáculo. Con optimismo. Viviendo la vida. Diciendo en todo momento lo que queremos decir. Dejando sentir al corazón. Sin callarnos nada. Sin envenenarnos. Disfrutando de lo que la existencia nos ofrece. 

Aunque para ello estemos unos días raros, con las emociones fluctuando por caminos que no deberían. Nadie es perfecto.

Hay que mirar al frente y estar orgullosos de lo que somos y lo que seremos.

Echar un vistazo hacia atrás y coger impulso. Pero nunca retroceder. ¿Me leéis?

Que hay quienes ya hemos retrocedido bastante.

Los guerreros no dan ni un solo paso atrás. Esto no lo dicen los psicólogos. Lo dicen los rebeldes con causa, los guerrilleros. Ay, que me sale la vena Che.

Y eso es algo que también he aprendido al leer la biografía de Ronda Rousey. Una luchadora con carácter, con valentía, con orgullo.

Todo puede cambiar en una milésima de tiempo pero nada nos debe alejar de lo que queremos, de lo que soñamos, de lo que ansiamos de verdad. 

Porque al fin y al cabo, somos nosotros quienes decidimos cómo nos afectan las cosas que nos suceden.

¿Luchamos? ¿Sonreímos? ¿Vivimos a tragos grandes?

¡Un abrazo escarcha!

11/28/2016

TIENES QUE SER EL MEJOR EN TU PEOR DÍA

¡Queridos Freezers!

¿Habéis despertado por la mañana sintiendo que no es vuestro mejor día?

Yo varias veces. Pero shhh, ¡no se lo contéis a nadie!

Pie izquierdo, dolor de cabeza, café fuera de la taza de leche de avena, que la ducha no os despeje y os agote todavía más, que se os quemen las tortitas fit o se queden pegadas en la sartén, que os manchéis la ropa con Açaí al igual que un bebé, que la camiseta que queréis poneros esté sin lavar…

Que tras la ventana haga un sol radiante y os ciegue su resplandor. Que la lluvia golpee el cristal y la tristeza de las nubes negras se os acople al alma.

Ir con la hora pegada al culo y que se os olvide coger algo importante, tener que regresar a casa y después de corretear a toda prisa sin oxígeno para respirar…

Pensar: ¡hoy no es mi día!

Pues hasta en esos momentos, Ronda Rousey nos dice que debemos dar la mejor versión de nosotros mismos. El capítulo cuyo título da cuerda a este desvarío fue uno de los más motivadores, todos ellos lo son, pero este me demostró su rudeza, su valentía, su optimismo. Algo que creo que la hace única.

Algo que no debemos olvidar.

Sé que si alguien nos dijera en esos días, en los que estamos tan plof, que debemos dar lo mejor de nosotros, le preguntaríamos: ¿Es una broma?

¡Pues no!

A esa conclusión llegué tras leer a Ronda.

Porque si queremos vivir cada día exprimiéndolo hasta el último segundo con valentía y optimismo, es justo eso lo que debemos hacer: Ser los mejores hasta en nuestros días de mierda.

Y no importan las discusiones, ni las apatías, ni todos los tropiezos que se nos pongan frente a frente, no importa que cuando nos miremos al espejo nos encontremos con un careto que no reconocemos como nuestro, ni las ojeras ni las marcas de cansancio. 

Sonrisa, suspiro/bufido de gato, fuerzas renovadas. No queda otra. Tú puedes. Yo puedo.

Es lo que me repito cuando me pega el bajón. ¡Yo puedo!

Y oye que a fuerza de repetírmelo, entra en mi cerebro. Aunque me cuesta lo suyo ¿eh?

¿Lo intentáis vosotros también?

¿O soy una loca que cuando se mira en el espejo habla sola consigo misma?

Umm, ¡mejor no contestéis!

Ahora hacedme un favor.

Pensad en vuestro sueño, en vuestra meta más grande, en eso que respira dentro de vuestro corazón y os da cuerda para seguir en pie cada día.

¿Lo tenéis? ¡Yo sí!

Ahora preguntaos: ¿qué soy capaz de hacer por mi sueño?

Si queremos conseguir todas nuestras metas, si queremos sobresalir, sentirnos orgullosos de nuestro camino, de cada uno de todos nuestros pasos, debemos estar dispuestos a avanzar. 

Debemos dar lo mejor que tenemos aunque nos sintamos tristes, sin fuerzas o dudosos del camino que estamos siguiendo. Aunque a momentos nos entren ganas de replantearnos toda nuestra existencia.

En definitiva, tenemos que estar dispuestos a darlo todo.

Pensad que las cosas que se hacen a medias nunca son gratificantes. Y que aquello que cuesta un gran sacrificio es lo que realmente nos llena. Es justo eso a lo que regresamos cuando nos falta el aire, lo que nos saca una sonrisa después de la mueca de hastío.

En un solo instante de indecisión podemos perder todo por lo que hemos estado luchando durante mucho tiempo. ¿Nos vamos a dejar vencer por haber tenido un día o una semana de asco?

¡No!

Por nuestro sueño y nuestras metas tenemos que ser capaces de dar siempre, a cada instante, a cada segundo, la mejor versión de nosotros mismos.

Nuestros anhelos lo merecen.

Merecen esa versión que siempre ofrecemos cuando estamos alegres. Ya sabéis. Mezcla de optimismo, valentía, fuerza, alegría, esperanza, seguridad en nosotros mismos, lucha y rebeldía.

Recordad que todo es cuestión de perspectiva. Todo depende de si decidimos ver el vaso medio lleno o medio vacío.

Y he de ser sincera. Desde que observo todo lo que me sucede desde un prisma repleto  de colores, soy más feliz. Me angustio menos, me deprimo mucho menos, y sonrío casi permanentemente.

Luego están los días de mierda, de bajón y cansancio, en los que después del pataleo, me pongo mi música favorita, me miro en el espejo y levanto el dedito corazón antes de susurrarle al reflejo:

—¡Por mis cojones!

Sí, Beka Von Freeze es muy fina ella…pero shhh, ¡no se lo tengáis en cuenta!

¿Lo intentamos?

¿Damos lo mejor de nosotros?

¿Le enseñamos el dedito corazón a los días de mierda?

¿Cerramos el puño en plan guerrer@s?

Recordad que vuestros sueños os están esperando únicamente a vosotros. Surgieron y nacieron para que vosotros peleaseis por ellos.

Sí, esto también es una especie de mantra. Me lo repito a mí misma todos los días para ver si así me lo terminó de creer.

¡Un abrazo congelado!


11/14/2016

ESTA ES MI SITUACIÓN, PERO ESTA NO ES MI VIDA

¡Queridos freezers!

Con el café del mediodía quiero reflexionar sobre todas esas veces en las que algún acontecimiento nos ha sacudido y nos ha hecho pensar que no encontraríamos la solución a la tormenta.

Pensar fríamente en el titular de este desvarío.

¿Cuántas veces lo habéis pronunciado?

Cuando lo leí en el libro de Ronda Rousey me dejó una sensación extraña durante días.  

Creo que tenemos un problema muy grave si no lo pronunciamos y nos creemos que esa situación nos condiciona.

Todos sabemos lo que es sentir que nuestro presente se está desmoronando. Trocito a trocito. Sentir que se nos escapa de entre los dedos, que muta de piel y que nos afectará irremediablemente, quizá a largo plazo, pero sobre todo a corto.

Incluso podemos sentir dolor. Mucho. 

Sucede que a veces cualquier inconveniente nos desestabiliza, independientemente de su dureza o su gravedad, nos hace estallar en mil pedazos y nos saca de nuestras casillas.

A momentos parece que eso que algunos llaman Karma se ha vuelto en nuestra contra, que alguien nos ha echado un mal de ojo o que todas las influencias negativas van a parar a nosotros.

La suerte es así. Puede que el viento sople a favor, o puede que nos despeine y nos deje tiritando.
Cosas de la magia del destino.

Sin embargo tenemos el derecho, y a veces el deber, de mirarlo desde un prisma objetivo. Dejar nuestros sentimientos a un lado y actuar en consecuencia como si lo viéramos desde fuera. Como si en realidad fuésemos otra persona y no quienes somos.

Como si esa situación la estuviera viviendo un desconocido y nosotros solo fuésemos un telespectador de una serie de ficción o de una película de terror.

Sabemos que un mal momento no puede condicionar toda nuestra existencia, pero caemos. Y a veces intentar escapar, gracias a la mente, es la única manera que conseguimos para recobrar las fuerzas para luchar. 

Cuando estamos sumergidos en nuestro propio agujero de negatividad no hay quien nos ponga freno. ¡No hay peor enemigo que nosotros mismos! ¿verdad?

Nuestra mente lo es todo.

Recordad esto cada vez que sintáis que los rayos golpean demasiado cerca.

Yo lo intento cada día.

Tenemos que reinventarnos, resurgir de nuestras cenizas, pelear tanto como haga falta. Por muy duro que nos golpee la vida no puede cambiar todos nuestros proyectos o sueños. Por muy abajo que nos sintamos no podemos darnos por vencidos. Pero cuesta. Muchísimo.

Y quizá veamos el cielo en tonalidades grises. No siempre se tiene la misma valentía fluctuando en nuestras venas, la melancolía siempre está al acecho esperando una mueca de fragilidad para agarrarnos fuerte.

Muchas veces, nuestro estado de ánimo nos afectará tanto que nos colapsará, que pensaremos que es el fin del mundo. Lo veremos todo de color negro. Nos agobiaremos por la profundidad del pozo en el que sentimos estar. Pero no, tenemos que tener claro que las diferentes situaciones que nos arrollen no serán toda nuestra vida.

Lo único insuperable es la muerte.

Todo lo demás se puede sobrellevar, de la forma que sea. La luz al final de túnel aparecerá. Más tarde o más temprano.

Como me dijo mi amiga Maite una vez: la vida no te da golpes que no puedas soportar.

Hay momentos buenos y excelentes, momentos malos y momentos horribles que quisiéramos olvidar. Pero ninguno de ellos nos define al 100%. Ninguno de ellos tiene el poder de convertir una situación en todo lo que somos.

Cada uno de nosotros estamos hechos de un conjunto de circunstancias, de vivencias, de instantes, de problemas y sus soluciones, de sentimientos, de sonrisas, lágrimas, gotas de sudor y sangre, gemidos, sollozos, y por ello cada momento es único e irrepetible, pero nunca lo será hasta el punto de hacernos perder el norte. O no debería.

Sin embargo, es muy difícil no sentirnos derrotados cuando una situación trágica nos sacude. Los sentimientos nos ahogan, nos traspasan.

¿Lo habéis sentido?

Por muy objetivos que queramos ser. Por muchos manuales de autoayuda que hayamos devorado, por mucho que nos lo propongamos, después la realidad es muy distinta.

Cuando algo nos golpea…nos desestabiliza por completo. También tenemos derecho a caer. Al igual que tenemos el deber de levantarnos para seguir en pie. Porque nos lo debemos.

Quizá la magia esté en darnos cuenta de lo que está sucediendo, en reconocer que “ese algo” nos está golpeando y haciendo daño, que nos está haciendo temblar, que puede que caigamos derrotados…

Pero somos los únicos que tenemos la posibilidad de cambiar nuestros propios sentimientos.

Debemos recordarnos a nosotros mismos: que esta situación es solo un momento de nuestra existencia, que no es nuestra vida. Tenemos que suspirar bien fuerte, cerrar los ojos, apretar los puños, para cuando abramos de nuevo tanto los ojos como los puños, dentro de nuestro interior respire la certeza de saber que estamos listos para pelear.

No hay que perder nunca la esperanza de que las cosas…mejorarán. Cambiarán. Porque todo en la vida son ciclos. 

Esta situación se marchará…

¿Nos lo repetimos como un mantra? 

¡A luchar aunque el cielo de nuestro alma esté negro! ¿vale?

¡Un abrazo escarcha!

11/01/2016

NUNCA NADA SERÁ PERFECTO


¡Queridos Freezers!

¿Os apetece un café conmigo?

Pensad que la lluvia golpea la ventana. Sus pequeñas gotitas lloran mientras se resbalan por el cristal. Mi corazón tintinea en ganas de suspirar.

¿Habéis entrado en situación?

Perfección.

Perfección…

Ahora reflexionad sobre ella.

Os voy a descubrir algo que no sabíais:

¡La perfección no existe!

Seguro que no lo habíais escuchado nunca. Lo más probable es que jamás hayáis llegado a esta conclusión ¿verdad? :P

Como bien dice Ronda Rousey en su biografía: no podemos esperar a las condiciones perfectas. Nunca nada será perfecto.

Debemos seguir caminando hacia delante con las condiciones que nos son dadas.

Debemos tener muy claro que podemos conseguir aquello que nos propongamos, si de verdad luchamos por ello, tarde o temprano, sea de la forma que sea, obtendremos los beneficios por nuestro sacrificio.

El éxito se puede ver desde distintas perspectivas y, por ello, si no se dan las opciones perfectas lo que debemos hacer nosotros es construirlas. Crearlas. Darles la forma que queramos, para sentir que son perfectas.

Nunca nada será perfecto. Somos nosotros los que hacemos que todo sea perfecto.

Nosotros mismos, junto a las personas que nos rodean, junto a las personas que queremos y amamos, somos los que convertimos lo que parece imperfecto en algo especial.

Cualquier momento puede resultar único si así lo creemos.

Tardé mucho tiempo de mi vida en darme cuenta de esto.

De adolescente me sentí sola, perdida y fuera del mundo demasiadas veces. Me sentí insatisfecha sin motivo en tantas ocasiones, que solo el madurar de la vida me enseñó lo verdaderamente importante.

Pasé tanto tiempo aspirando a conseguir sueños y metas demasiado grandes, que cuando comencé a luchar por lo que quería, los pequeños triunfos me demostraron lo que realmente nos hace felices.

No es conseguir lo que queremos, sino el camino que recorremos.

No importa las veces que nos digan que tenemos sueños imposibles, que no lo conseguiremos. No debemos nunca esperar a las condiciones perfectas.

No hay que desesperar por el momento mágico, porque puede que ese instante no llegue nunca de la manera en la que lo deseamos y de tanto ansiar podemos no llegar a vivir lo que está escrito en nuestro destino.

Nos podemos perder cosas maravillosas si soñamos muy alto, sin nos despistamos demasiado, si no tenemos los pies en la tierra.

Los momentos que nos arrancan sonrisas vienen cuando no les esperamos. Esto es algo que también me ha enseñado el acontecer del tiempo.

Es nuestro deber como seres humanos conscientes y emocionales, saber encontrar la esencia de cada acontecimiento, por muy pequeño que éste nos parezca al vivirlo.

Es al recordarlo, al exprimirlo, al rememorarlo, cuando podemos sentir en el fondo de nuestro corazón que el reloj se había detenido. Que ese instante era el preciso momento con el que llevábamos mucho tiempo soñando.

¿Os ha pasado alguna vez estar disfrutando de un instante y sonreír al daros cuenta de que será especial para vosotros?

¿Qué volveréis a él con el paso del tiempo?

¿No es bonito saber apreciarlo?

No importa cuál sea el camino, la batalla, el recorrido, lo que prima es darse cuenta de todo lo que vamos consiguiendo durante ese trasegar. De todo lo que podemos llegar a experimentar si abrimos bien los ojos y dejamos al corazón funcionar como desea.

Aunque el día amanezca gris, aunque parezca que todo se desmorona, aunque nos sintamos tristes, hay que sonreír y seguir adelante. Con una sonrisa bien grande y verdadera. Dejemos las muecas falsas para otro momento. Por nosotros. Porque nos lo merecemos.

Aunque el sol nos escueza, hay que saber apreciar todo su brillo. Hasta en su resplandor sobre las nubes más negras podemos encontrar belleza.

¿No os habéis fijado nunca en ese titilar mágico del sol sobre las nubes carbonizadas mientras vuestros pies caminan despacio?

¡Pues ya estáis tardando! ¡Mirad al cielo! Seguro que cuando lo hagáis, pensáis en Beka Von Freeze… :P

Descorchad el champán, abrir esa botella de vino, esa cerveza y esos chocolates para las ocasiones mágicas, y a por vuestros sueños. 

Porque cada día que acontece es un gran momento para luchar, para sonreír, para besar y abrazar, para volver mágico un instante que parece rutinario. Para volver algo insignificante en algo perfecto.

Porque es el momento de luchar por nuestros anhelos, nuestras metas y nuestros sueños, con todas nuestras fuerzas. Aunque parezcan imposibles, aunque pensemos que nos será muy difícil, aunque creamos que no lo lograremos. Aunque nos repitan una y mil veces que dejemos de soñar.

Es el momento de crear las condiciones perfectas con las herramientas que tenemos, sonreír, luchar y gritar que sí, que podemos.

—Nosotros podemos. Somos seres geniales repletos de imperfección.

La perfección está sobrevalorada…

¿A qué sí?

¡Un abrazo escarcha!

10/17/2016

UNA DERROTA ES UNA DERROTA, PERO ES MEJOR CAER PELEANDO

¡Queridos freezers!

Un lunes más me encuentro con un café humeante frente a la pantalla del ordenador. Un documento en blanco espera llenarse de letras y mi mente en funcionamiento dicta palabras a trompicones. Un nuevo desvarío quiere nacer.

¿Os apetece leer?

¡Seguid!

¿Cuántas veces os habéis sentido derrotados?

O lo que es peor…

¿Cuántas veces habéis dudado si hacer algo o no por miedo al fracaso?

Seguro que la segunda pregunta os escuece un poco más que la primera. No es lo mismo hablar de las hostias que nos hemos dado que de las veces que ni siquiera nos hemos atrevido a luchar ¿verdad?

El ser humano está repleto de sueños y aspiraciones en su interior. O la gran mayoría de nosotros lo estamos. Soy de las que cree que hay un porcentaje que ni siquiera guarda un sueño en su corazón, de ahí la amargura que destila en su existencia, pero eso no es lo que nos ocupa hoy :P

Dentro de nuestro corazón laten un montón de deseos que inconscientemente nos ayudan a seguir en pie. Son los motores de nuestro día a día, nos motivan para seguir peleando, para ser mejores, para enfrentar todo lo que nos hace daño. Porque sabemos que al final nos estará esperando “nuestro sueño”. 

Son el motor de nuestra existencia. «¡Cueste lo que cueste!» Como decían Barón Rojo… 

A veces, por cualquiera que sea el motivo, nos sentimos sin fuerzas para pelear, nos sentimos 
desubicados, cansados, hartos de todo lo que nos rodea. Y es justo en ese preciso momento cuando nos replanteamos todo el camino que estamos construyendo, cuando las dudas aparecen, cuando los miedos acechan esperando nuestras lágrimas.

Crisis existenciales las tenemos todos. ¡Seguro! Hasta aquellos que creen que no las tienen porque soy muy fuertes y nunca se vienen abajo. ¡Já!

A veces nos preguntamos si deberíamos seguir paso a paso hacia esa dirección que anhelamos o detenernos.

¿Miedo al fracaso? ¿A no conseguir lo que queremos?

¿Paralizados?

Como dice Ronda, una derrota es una derrota, pero el sentimiento que nos provoca perder no es la misma sensación que se apodera de nosotros cuando ni siquiera lo hemos intentando.

Afortunadamente (o por desgracia, según se mire) conozco las dos opciones.

-Luchar por mi sueño y sentirme derrotada.

-No luchar por miedo al fracaso.

Todos sabéis que mi sueño es la escritura. Hace tiempo que pasó de ser un hobbie para mantener los sentimientos a raya, o una forma de no sentirme tan sola, a ser una necesidad, una obsesión en algunos momentos. Escribir es lo que me hace feliz, lo que me ayuda a sentirme realizada, a sentirme parte del mundo y lo que un día dejaré aquí, en la inmensidad de internet.

Sé lo que es que te digan que algo que has escrito no es apto para su concurso, que no da la talla, que no lo hayan elegido entre la lista de participantes para ser finalista.

Pero también sé lo que es que te digan que Sí. Que has ganado.

Que te publiquen un relato en papel. Que aquellas personas que deciden aventurarse en las locuras que escribes te digan que les gusta, y que sean sinceros y también te enumeren todos tus fallos, lo que mejorarían, lo que cambiarían. Eso significa que de verdad te han leído con todos sus sentidos alerta.

No solo han perdido su valioso tiempo en leerte, tiempo que, seamos sinceros, no volverán a recuperar nunca más, sino que además han puesto tanta atención que han ido más allá en tu historia.

Sé lo que es no enviar un proyecto por miedo a otra negativa, a que no me quieran leer, a que no les guste lo que he creado, a las críticas destructivas porque de las buenas críticas siempre se saca algo maravilloso.

¿Pero sabéis qué?

Una derrota es una derrota pero es mejor caer peleando. Es mejor ser consciente de que lo has dado todo por tu sueño. Aunque lo que escribes no guste a todo el mundo. Saber que te has dejado todas las fuerzas para conseguir lo que llevas dentro de la sangre hormigueándote la piel es el verdadero triunfo.

La vida está llena de derrotas, y lo seguirá estando hasta el día de nuestra muerte. No obstante es mejor sentirse derrotado pero no vencido, caer para después levantarse, pelear para sentirse guerrero, que no haber peleado por nada importante en toda nuestra vida.

¿Vosotros qué preferís?

¿Pelear y caer?

o…

¿No luchar?

Para mí: una derrota es una derrota, pero es mejor caer peleando.

Porque como decía el Che Guevara: No se vive celebrando victorias, sino superando derrotas. La única lucha que se pierde es la que se abandona.

¡Un abrazo de escarcha!

10/03/2016

PERDER ES UNA DE LAS EXPERIENCIAS MÁS DEVASTADORAS DE LA VIDA

¡Queridos Freezers!

Regreso con el segundo artículo basado en los títulos de la biografía de Ronda Rousey.

Por si te perdiste el primero, pincha aquí.


Con un buen café con cacao espolvoreado en forma de hoja otoñal reflexiono sobre el acto de perder.

Perder es una de las peores sensaciones que se pueden apoderar de nosotros ¿verdad?

No porque lo diga Ronda Rousey, sino porque es verdad. Quien lo ha experimentado lo sabe…

¿Habéis perdido alguna vez?

Perder un empleo, un sueño, a personas que creíamos que eran importantes para nosotros, nuestro modo de vida, un combate, una lucha…

Sentirnos derrotados es una de las peores cosas que nos puede suceder e inevitablemente nos cambia por dentro. A mayor es la pérdida, mayor es el sentimiento de indefensión frente al mundo.

Perder nos deja totalmente vacíos, temerosos, expuestos, con muchos interrogantes balanceándose en nuestro cerebro. Sin saber cuál será el siguiente paso que pronuncien nuestros pies. Sin saber por dónde hemos de caminar. Si saber si podremos llegar a dónde queremos.

Pero hoy quiero hablar de otro tipo de pérdida. De la que conllevar perder a una persona vital para nosotros.

Según Ronda: “perder a un ser querido supera cualquier derrota”.

El capítulo que corresponde a este título y que ha dado cuerda a una nueva reflexión entre las huellas de un café bien cargado en el paladar, fue el que más me hizo conectar con ella durante mi lectura. Es uno de mis capítulos favoritos de la biografía, quizá porque yo también sé lo que es perder a un padre.

¿Habéis perdido a algún ser querido? ¿Habéis perdido a alguna persona que lo era todo en vuestra vida? ¡Seguro que sí!

Entonces entenderéis mis palabras…

Pero no perdiéndolo porque haya decidido marcharse a algún lugar o haya roto su relación con nosotros. Perdiéndolo sin querer perderlo, porque la muerte os haya separado…

Esa sensación es la más devastadora para el corazón, para el alma y para la sangre.

¿Verdad?

¡Os lo aseguro!

El corazón se rompe en tantos pedazos que resulta imposible volverlo a reconstruir.

El alma se agrieta de tal manera que somos conscientes de que no habrá nada que llene el vacío que esa persona dejó al marcharse.

La sangre se escarcha y nos hace sentir que ya no volveremos a ser la persona que éramos, nunca. 

Porque una parte de nosotros mismos también murió en ese momento. En ese instante en el que sabes que sus ojos se cerraron para no abrirse más, en el que tienes la certeza de que el murmuro de su voz será un eco que no volverás a escuchar. Muere la persona que éramos hasta entonces junto a esa persona especial. Muere la persona que podíamos haber sido a su lado.

El vacío que nos sacude cuando perdemos a un ser al que amamos con todas nuestras fuerzas es inmenso. Infinito. Indescriptible. Nos descoloca de tal manera, nos rompe con tanta intensidad, que ya no volvemos a ser los mismos. 

Quedamos en estado de shock durante mucho tiempo. Y lo más probable es que nunca nos recuperemos del todo de esa pérdida porque condicionará cada decisión que tomemos, cada miedo que tengamos, cada aliento de nostalgia, cada lamento, cada arruga en el corazón, cada minuto de añoranza, cada abrazo que necesitamos y no tenemos.

Sin embargo, puedo aseguraros de que es verdad eso que dicen de que lo que no te mata te hace más fuerte.

Aprender a vivir sin esa persona, ser capaces de encontrar nuevas sonrisas, enfrentar cada nuevo día con ganas de vivir, de seguir en pie luchando por lo que realmente anhelamos, nos convierte en una nueva persona. En una persona que posiblemente no seríamos si no hubiésemos perdido con esa magnitud.

Sentir que nos hemos reconstruido aunque sea un poquito frente a esa inmensa adversidad nos hace percatarnos de nuestra valía interior. Eso que nosotros descubrimos con el paso del dolor y del tiempo y que reconocemos en esos momentos en los que nos da por hablar con nosotros mismos. Eso de lo que nadie podrá ser consciente jamás por más que intenten descifrar lo que esconde nuestras pupilas.

Solo el que ha tenido que decir adiós a un ser querido sabe lo que es perder realmente.

Solo el que ha sentido ese dolor devastador apretándole fuertemente el pecho, sabe lo que significa una verdadera derrota. Todo lo demás se puede esquivar, la muerte es invencible.

Y de nada sirven las lágrimas derramadas, de nada sirve gritar lo más alto que nos soporte nuestra garganta, ni dar puñetazos para aliviar toda la ira y el dolor. Es el tiempo quien cierra un poco las cicatrices. Es el tiempo y su vaivén quien nos enseña a ser una nueva versión de nosotros mismos.

Después de habernos sentido muertos, después de habernos sentido devastados y totalmente perdidos, como desanclados del universo, miramos al mundo con ojos distintos. Ni mejor ni peor. De forma muy distinta.

Las decepciones ya no duelen igual. Nos llevamos chascos pero no nos derrumbamos.

Los problemas ya no nos parecen tanto problema. 

Nos volvemos fríos. Nuestro corazón es mitad escarcha.

Sabemos que somos guerreros capaces de encontrar salida a cualquier desventaja.

Y entendemos que ser guerreros no es ponerse unos guantes y golpear un saco de boxeo (aunque ayude bastante a creérselo, al menos a mí), ser un guerrer@ es haberse sentido muy muert@ y sentirse viv@ otra vez.

Nos volvemos fríos y nuestro corazón es mitad escarcha. Somos muy conscientes realmente de que no habrá nada que nos duela tanto como perder a quien amábamos y seguiremos amando de por vida. Porque incluso tras esa pérdida hemos sido capaces de encontrarnos a nosotros mismos otra vez. De resurgir, de reubicar nuestra esencia, de seguir.

Nos volvemos fríos y nuestro corazón es mitad escarcha, pero ahí seguimos, viviendo a pleno pulmón, con todas nuestras ansias, siendo capaces de amar con todas nuestras fuerzas con la otra mitad.

PERDER A UN SER QUERIDO ES LA EXPERIENCIA MÁS DEVASTADORA DE LA VIDA, pero también es la que más te enseña. De todo se aprende. De todo lo malo que nos sucede se puede sacar algo positivo.

Perder te enseña cosas de la vida que no conocías, te demuestra qué personas están a tu lado y las que nunca estarán, te demuestra la importancia de los que siguen contigo día a día, aunque a momentos no se comporten como hubiéramos deseado, te enseña quién eres en realidad, lo que puedes llegar a ser y lo que nunca serás.

Perder a un ser querido es la derrota más dolorosa. Es la única batalla para la que nunca estaremos preparados. Por más que intentemos concienciarnos, por más que intentemos anticiparnos, cuando la muerte golpea rompe todos nuestros esquemas y nuestras estrategias.

¡Un beso congelado!