12/29/2016

A SOLAS LUCHAREMOS, A SOLAS VENCEREMOS

¡Queridos Freezers!

Hoy le doy cuerda a este artículo, con el café de la mañana, gracias a una frase del general romano Publio Cornelio Escipión, pronunciada a sus tropas antes de la última batalla contra Anibal.

A SOLAS LUCHAREMOS, A SOLAS VENCEREMOS…

La descubrí gracias a mi Sensei, Pedro Rodriguez, y esas frases inspiradoras que tanto él como algunos de mis compañeros de Kick llevan en sus pantalones de entreno.

Si algo he tenido claro desde que entré a formar parte de la familia Bushido es que cada uno de los que acudimos a entrenar: luchamos a solas y venceremos de la misma manera.

Nos sentimos como en casa, rodeados de personas afines, unas más que otras como es lógico en la vida, con las que las sonrisas y el aprendizaje están asegurados, pero cada uno libramos nuestra propia batalla interior.

No damos ni un paso atrás, solamente nos dejamos arrinconar contra el espejo para desviarnos a coger nuevos impulsos, nuevas fuerzas; y así seguir alerta.

En cuanto nos ponemos en fila para realizar el saludo, Oss, el combate comienza. El contador de la lucha contra nosotros mismos parpadea segundo a segundo.

Nos miramos en el espejo para hacer sombra, y aunque muchos puedan ver en esto un simple gesto rutinario para perfeccionar golpes, algunos lo que hacemos es perdemos en el reflejo de nuestra mirada que nos muestra todos nuestros demonios. 

Sonreímos e intentamos silenciarlos, dejar la cabeza vacía, la mente fría y lo más en blanco posible. Tratamos de olvidar la rutina y los problemas, y puñetazo a puñetazo vamos dejando atrás cualquier trazo de discusiones, estrés, preocupaciones…

Con cada patada al aire vamos liberando tensiones y adrenalina, y a cada suspiro rescatamos esa parte de nosotros mismos con la que estamos a gusto. La felicidad comienza a susurrarnos que podemos conseguir lo que queramos. 

Con cada combinación junto a nuestra pareja de entrenamiento, la concentración aumenta, la euforia parpadea y el cansancio tras los golpes va haciendo mella hasta dejarnos extasiados tras el “sparring”.

No cambio por nada esas agujetas que se te quedan en el cuerpo, después del ejercicio intenso, porque mi mente está completamente vacía. Y es así como quiero que esté.

Cuando regresas a casa no eres la misma persona que entró por la puerta.

Esos demonios que intentaban licuar tu cerebro ya no existen, y si lo hacen son mucho más pequeñitos que cuando llegaste.

Todo cambia al cruzar la puerta corredera de madera.

Todo cambia cuando tus pies descalzos pisan el tatami de cuadros amarillos y negros. 

Por eso te falta algo dentro de ti cuando no entrenas. Por eso echas en falta la sensación de hormigueo y de adrenalina repiqueteando dentro de la sangre.

No solo echas de menos el entrenamiento y a tus compañeros, sino que anhelas el cómo te sientes cuando te enfrentas a tus miedos.

Porque sabes que aguantar los golpes te hace una persona más fuerte, en mi caso una mujer mucho más fuerte de lo que era antes.

Porque después de entrenar todo se ve de distinta manera, las discusiones y las decepciones ya no duelen igual. Duelen, sí. Obvio. Pero no con la misma intensidad.

Luchamos a solas, venceremos a solas, pero disfrutaremos de nuestra propia victoria junto a los compañeros que nos rodean.

Porque ya no soy quién era. 

Porque el Bushido es mi refugio, mi segunda casa, ese lugar en el que a veces me dan más que mi propia sangre. Porque tengo el mejor Sensei y los mejores compañeros de Kick que se puede tener…

No podía cerrar el año en este blog sin agradecer todo lo que he recibido en el Bushido Torrelavega. Gracias a Pedro Rodriguez, a Lourdes, a mis súper nenas y a todos los compis con los que me he dado de leches, por enseñarme tanto.

¿Por más hostias y sonrisas? 

¡Un abrazo escarcha! 

¡Adiós 2016! ¡Hola 2017!


12/12/2016

TODO PUEDE CAMBIAR EN UNA FRACCIÓN DE SEGUNDO

¡Queridos Freezers!

Regreso un lunes más, con un nuevo desvarío creado a partir de los títulos de la biografía de Ronda Rousey, y de lo que me ha inspirado leerla.

Hoy reflexiono sobre la necesidad de vivir el momento.

Porque...¿a qué la vida a veces nos cambia rápido?

TODO PUEDE CAMBIAR EN UNA FRACCIÓN DE SEGUNDO...

Mientras el sabor amargo del café se balancea en mi boca, pienso en los cambios.

En esos cambios inevitables que sufre nuestra vida tal y como la conocíamos y que provocan que enmudezcamos por unos minutos.

Todo puede cambiar a un chasquido de dedos...

En este mundo de inmediatez, de caos generalizado, de estrés y prisas, de sucesos inesperados, de tragedias, sorpresas agradables, sueños cumplidos, desilusiones, toda nuestra vida puede cambiar en una fracción de segundo, por cualquier motivo.

Para bien o para mal. Depende de la suerte que tengamos escrita en las líneas de nuestro destino. 

Cuando cambia ya no podemos hacer nada más que aceptar esos cambios y llevarlos lo mejor posible.

Lo que está claro es que la vida es como una montaña rusa. Unas veces nos sentimos muy arriba y otras abajo casi rozando el suelo. Aunque todo es cuestión de perspectivas y de cómo nuestra mente decida verlo. O eso dicen los psicólogos.

Cuando nuestra existencia cambia, por muy pequeño que sea el vaivén, nos descoloca y nos deja temblando. Mitad de expectación, mitad de miedo. Así somos los seres humanos.

Quizá la clave sea aprovechar cada segundo al máximo. 

Vivir a pleno pulmón como realmente queremos vivir y no como otros quieren que vivamos. Quizá esa sea la fórmula para no sentirnos desdichados si a nuestra existencia le da por mutar sin previo aviso y sin que el viento sople a favor.

Porque tenemos tendencia a añorar lo que ya no tenemos cuando suceden cosas amargas ¿verdad? Porque no siempre le damos el valor merecido a todo aquello que nos rodea hasta que nos privan de ello ¿a qué si? 

Es mejor vivir con ansias, a sorbos grandes, que sobrevivir. Esta es una de las conclusiones a las que he llegado después de algunos palos.

Porque tenemos pavor a los cambios, nos agobia que los nuevos sucesos no sean lo que esperábamos, que no nos habituemos del todo a esos pasos inesperados.

Quizá la receta para ser más felices sea vivir sin que nos importe demasiado el mañana. Hacer gala de ese latinismo “Carpe Diem”, y aprovechar cada segundo junto a las personas a las que queremos, haciendo todo aquello que nos hace reír, disfrutando de lo sencillo, de lo que tenemos al alcance de la mano y que a veces cuando soñamos demasiado alto nos parece poca cosa.

Porque la vida es una montaña rusa.

Mañana al despertar podemos comprobar que todo ha cambiado y ya de nada valdrá lamentarnos…

Todo puede cambiar en un minuto, nos guste o no, pero aunque cambie, somos nosotros los que decidimos cómo nos enfrentamos a esos cambios.

Si lo hacemos llorando o amargándonos. O lo hacemos sonriendo. Si lo hacemos peleando en busca de nuevas opciones.

Últimamente soy de las que prefiere aceptar los cambios con una sonrisa. Aunque por dentro me esté jodiendo. De todas maneras la cosa no va a cambiar, por lo que…¿para qué me voy a amargar?

Es mucho más satisfactorio para el alma.

He aprendido a que mi mente sea más fuerte. A que se quede con las cosas buenas y deseche lo malo, y sí, a veces me cuesta un triunfo enorme y me entra la pataleta.

Tampoco creáis que Beka Von Freeze es un bloque de piedra, o un corazón de escarcha que no tiene sentimientos. Los tengo. ¿Os acabo de romper la idea que teníais sobre mí? 

Y soy demasiado emocional, aunque a momentos haya gente que no lo crea. Sin embargo la vida me ha enseñado a esquivar los golpes. 

Me ha demostrado que incluso en las hostias más fuertes, esas que te atraviesan el corazón y te lo retuercen, esas que te dejan la cara hecha un cromo, rojita y moradita, al final también tienen su lado bueno.

Porque sí, todo cambia en una fracción de segundo, y no necesitáis que yo os lo recuerde. 

Cada uno batallamos nuestra propia guerra todos los días de nuestra vida. Quién diga que no tiene cosas a las que hacerle frente, miente.

La vida es una puta montaña rusa, al igual que nuestro estado de ánimo, pero hemos de ser fuertes y superar cualquier obstáculo. Con optimismo. Viviendo la vida. Diciendo en todo momento lo que queremos decir. Dejando sentir al corazón. Sin callarnos nada. Sin envenenarnos. Disfrutando de lo que la existencia nos ofrece. 

Aunque para ello estemos unos días raros, con las emociones fluctuando por caminos que no deberían. Nadie es perfecto.

Hay que mirar al frente y estar orgullosos de lo que somos y lo que seremos.

Echar un vistazo hacia atrás y coger impulso. Pero nunca retroceder. ¿Me leéis?

Que hay quienes ya hemos retrocedido bastante.

Los guerreros no dan ni un solo paso atrás. Esto no lo dicen los psicólogos. Lo dicen los rebeldes con causa, los guerrilleros. Ay, que me sale la vena Che.

Y eso es algo que también he aprendido al leer la biografía de Ronda Rousey. Una luchadora con carácter, con valentía, con orgullo.

Todo puede cambiar en una milésima de tiempo pero nada nos debe alejar de lo que queremos, de lo que soñamos, de lo que ansiamos de verdad. 

Porque al fin y al cabo, somos nosotros quienes decidimos cómo nos afectan las cosas que nos suceden.

¿Luchamos? ¿Sonreímos? ¿Vivimos a tragos grandes?

¡Un abrazo escarcha!